NUESTRAS FINCAS
El suelo que alimenta nuestras viñas
Cada cepa se arraiga fuertemente al trozo de parcela que le pertenece. A un suelo franco-arenoso que le aporta justo lo que necesita.
Y es con esa misma fuerza, con la que lucha contra las inclemencias del tiempo y del suelo para dar un fruto elegante y de gran sabor.
Un amplio valle cultivado entre montañas, en las estribaciones del Sistema Ibérico.
Nos baña un clima Mediterráneo con una gran influencia del clima Continental. El viento juega en nuestras tierras un papel muy interesante: los suaves brisas que nos envía el Mediterráneo refrescan y humedecen las noches, mientras que La Mancha nos manda vientos muy cálidos que secan las viñas.
Un Altiplano en la antesala de la Mancha, bajo el amparo de la Sierra del Negrete
LA NATURALEZA DE NUESTROS SUELOS
El Altiplano de Requena y Utiel abarca diferentes mantos del relieve correspondientes a varias eras y periodos geológicos del Terciario y Cuaternario que conforman su paisaje.
A las llanuras cuaternarias les siguen las suaves colinas, compuestas por materiales que se depositaron durante el periodo Terciario en lo que era un gran mar interior que posteriormente quedó desecado.
En lo alto, la Sierra del Negrete, con casi 200 millones de años, se cubre de un suelo terciario que a unos 60 cm presenta una costra caliza de origen dolomítico que desciende desde la misma sierra. En sus rellanos, tapizando suelos de texturas franco-arenosas, se encuentran nuestras viñas de las fincas El Terrerazo y Calvestra, en parcelas con diferentes grados de arena y abundante material sedimentario.
Es aquí donde, una vez que las raíces arraigan, se topan con una costra mineral que deben atravesar porque del otro lado están los nutrientes y el agua. Ese esfuerzo titánico por la supervivencia marca fuertemente el carácter de nuestros vinos.